lunes, 1 de abril de 2013

El capataz de la hacienda


En febrero del presente año visité el departamento del Cesar, el cielo nocturno totalmente despejado me dio el privilegio de ver por primera vez una estrella fugaz, la vida en la ciudad nunca me permitió tal gracia en 22 años que pasaron hasta ese día. En la mañana recorrimos las vastas tierras del departamento, grandes haciendas y extensiones de tierra, propiedad de tan solo un puñado de personas, donde miles de campesinos las labran, cultivan, pastan el ganado y vigilan la propiedad ajena. Paramos en la frontera entre dos gigantescas haciendas, una propiedad de la familia de un ex presidente de la República, y otra propiedad de un ávido terrateniente el cual hará parte importante de este relato. 

Los siguientes hechos son reales, me fueron contados por uno de los directamente involucrados, lo narro por su carácter macondiano.

La hacienda del ávido terrateniente, cuyo nombre no les voy a contar, tenía dos personas importantes. Una era el capataz de la hacienda, quien durante 25 años trabajo en ella, encargándose del ganado, los cultivos y demás negocios para su patrón, el terrateniente, quien por supuesto es el segundo importante dentro del cuento. 25 años vivió el capataz en la hacienda sin recibir salario, ni prestaciones sociales, como seguro médico, pensión obligatoria, etc. Solo viviendo de lo que le daba la tierra y de los negocios adicionales que su patrón le permitía celebrar.

El patrón, dueño de la tierra por herencia, vivía en Bucaramanga y visitaba sus tierras una vez al mes para hacer rendir cuentas al capataz de todos sus haberes, ambos llevaban una relación de negocios estable y sin problemas, hasta el mes de enero de este año.

El capataz, ya de 68 años de edad, se dio cuenta un día que sencillamente ya no podía llevar a cabo todas las tareas que su cargo le mandaba en la hacienda, por lo que decidió solicitarle a su patrón durante su última visita que le permitiera jubilarse, y retirarse a vivir en la casita que sus hijos le habían regalado junto con su mujer.
El patrón entró en pánico, su tono de piel cambió de gris a blanco y de blanco a verde. Pero ¿por qué?

-Jubilar al capataz significa pagarle una pensión de jubilación. Además cuando se dé cuenta que nunca le pagué todas las prestaciones durante 25 años, me llevaría ante la justicia… Es mucho dinero.

El patrón autorizo al capataz para su jubilación, prometiendo pagarle su merecida pensión a partir de los siguientes 30 días. Después salió para su casa en Bucaramanga.

15 días después llegó una camioneta en medio de la noche a la hacienda, se bajaron dos hombres, abrieron de un golpe la puerta, amedrentaron a la mujer del capataz, y al último lo amordazaron, lo amarraron y lo subieron a la camioneta. Al día siguiente el hombre se despertó en una cabaña en algún lugar del Magdalena medio. El capataz estaba atontado por los golpes y la mordaza, pero no era ningún tonto, él sabía que había pasado, y quien había enviado a los matones a secuestrarlo. Comenzó a gritar en la cabaña, pero solo estaban presentes sus captores, no lo habían matado, pues estaban esperando que el patrón enviara la plata hasta el pueblo, y eso sería mañana en la mañana. Tendrían que aguantarse al cautivo un día más.

Varias horas de gritar y maldecir al patrón por su deshonestidad captaron la atención de sus captores, entraron a la celda del capataz y le pidieron que relatara las razones por las cuales el patrón quería terminar con su vida. Normalmente a esta clase de hombres nunca les hubiera importado la vida y las desgracias de una víctima más, pero había algo en el capataz que los hizo escucharlo, tal vez era su tono de voz honesto, su cara quemada por el sol, y esa aura que hace sentir que nunca hizo mal ni debió nada a nadie. 

Los asesinos se compadecieron del capataz, lo soltaron de sus ataduras, lo liberaron en un pueblo cercano, y le prometieron que nunca más lo buscarían a él ni a nadie de su familia, pues sabían que nunca mereció la mala hora por solo haber trabajado tantos años y querer reclamar lo que honestamente se merecían. El capataz regreso a su pueblo, buscó un abogado y a las pocas horas ya existía una orden de captura contra su patrón, orden que nunca se llevó a cabo, pues aquel terrateniente se encuentra prófugo de la justicia hasta la fecha y ni su familia, ni sus allegados saben de su paradero.

Y aquella hacienda, será liquidada para compensar a un capataz, que cumple 69 años en un mes y ahora es dueño de sus propias tierras y su propio ganado. Y al restante de la hacienda, dicen que tal vez la familia del ex presidente de la República la compre.

Bucaramanga Marzo 30 de 2013.

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